domingo, 9 de noviembre de 2014

¿Cuánto hay que dejar de ser para ser?







Viaja de ti mismo hacia ti mismo tratando ser lo que serás… A. Jodorowski.













Cortesía de Ambar Rivero
Homenaje al ser…

         Buscando en todo cuanto hacemos la relación entre el mundo de afuera y la esencia de nuestro ser y viceversa, hoy comparto con ustedes esta reflexión derivada de la experiencia de conocer el enfoque artístico de mirarse a sí mismos.

El título de este post tiene relación con una exposición de fotografía a la que asistí y que fue realizada por la artista visual y fotógrafo Ambar Rivero auspiciada por la Alliance Francaise de Maracay. En la muestra, la fotografía y la poesía se combinaron para reseñar, desde la visión del arte, la interesante filosofía del ser y lo que somos o dejamos de ser desde nuestra cotidianidad.

Así que iremos desgranando algunas ideas sobre este tema de hoy…

Ser o no ser… he ahí el dilema.

            Histórica primera frase de un monólogo de “Hamlet” escrito por William Shakespeare alrededor del año 1600 que sigue teniendo tanta vigencia como entonces.

            Sería interesante preguntarnos hoy: Qué sentido tiene ser tú mismo? y… Qué significa no ser tú?

            Cuando NO somos, pensamos desde las ideas de otros aunque no nos convenzan, miramos desde ojos ajenos, anulamos el sentir de nuestro corazón y hablamos desde el enfoque de una voz que no es la nuestra.

            Cuando no somos, la sombra del temor lleva el timón de nuestro barco y el puerto seguro al que necesitamos llegar, y que somos nosotros mismos, no lo vislumbramos a ninguna distancia, aunque el mapa de ruta lo tengamos a la mano, a nuestra disposición.

            Cuando SOMOS, nos sabemos en constante aprendizaje y crecimiento, nos reconocemos como un ser que se está construyendo a sí mismo y, por eso, no se da por hecho, no se piensa como alguien que es perfecto, sino como un ser que, cada vez que asimila una experiencia, comprende lo mucho que todavía le falta por aprender.

            Ser o no ser, como todo, es una elección de cada quien.


¿Cuánto das y a quién?

            Hay quienes viven llevando la cuenta de lo que dan y esperando de vuelta la compensación por lo que dieron. Por otro lado, hay quienes solo se interesan por dar y no llevan inventario de nada pues saben, de alguna manera, que todo regresa de vuelta multiplicado… nada se pierde.

            Procuramos dar lo mejor de nosotros? Es una pregunta que atiende a la calidad de lo que damos.

            Lo que sea que demos, entendiendo que estamos hablando de lo constructivo, benéfico y positivo: de qué forma lo medimos?, en función de la calidad, de la cantidad o de ambas cosas?

            ¿Qué nos importa más: la calidad o cantidad de lo que damos? Por qué?

            Quizás parezcan ser muchas preguntas a la vez, pero pensándonos a nosotros mismos y encontrando las respuestas dentro de sí es que llegaremos a desentrañarnos y conocernos paso a paso, un poco más cada vez.

            Ahora, a quién damos?... es otro aspecto del dar, del darse, bien interesante. Aquí sería valioso revisar si lo que estamos dando a otros también nos lo estamos concediendo a nosotros mismos y agregaría preguntarnos también, con qué calidad y medida nos estamos dando una parte de lo que somos y hacemos a nosotros mismos?.

            Es bien sabido que nadie puede dar de lo que no tiene, es decir de lo que ni siquiera puede darse a sí mismo. Sin embargo, cuántos de nosotros tratamos de ser y dar a otros lo que ni siquiera hemos sembrado y arraigado dentro de sí?. Muchas veces nos ocurre que, sin estar plenamente conscientes de ello, buscamos la anhelada aprobación del otro que no está mal pero que, si se convierte en la razón por la que buscamos dar, se hace necesario revisarnos.

            Si necesito constantemente que otros me aprueben, entonces no estoy creyendo en mí, no me estoy aprobando. Y buscar ser siempre aprobado por otros, más que acercarnos, nos aleja de todo y de todos… sobre todo, nos aleja de nosotros mismos.


¿Será que hay que desaprender para aprender?

         Definitivamente SI. Porque muchas de las cosas que hacemos y como lo hacemos, obedecen a los patrones de conducta y comportamiento que, siendo valiosos muchos de ellos, otros nos atan y paralizan porque están creados a la medida de una sociedad construida para ser vivida desde y hacia afuera.

            Quizás esos patrones sirvieron y funcionaron al mundo como estaba en otros tiempos, pero ya no. Pese a lo desastrosas que parezcan estar las cosas, la humanidad actual, de alguna manera, se interesa más que antes por crecer desde dentro y eso hace que nos veamos en la necesidad de desaprender viejos esquemas para ajustarnos a lo que nos llevará a otro nivel de comprensión de la vida y, sobre todo, de nosotros mismos.

            Nadie aprende un idioma nuevo desde el idioma que ya sabe. Para aprender a adentrarnos a algo que es diferente y nuevo para nosotros necesitamos, aparte de la disposición, aceptar que cada cosa nueva en nuestra vida trae su propio manual de instrucciones y, para entenderlo, para ponerlo en práctica, es necesario dejar a un lado lo que nos impida asimilar los nuevos aprendizajes.

            Suena fácil y sencillo… ponerlo en práctica conscientemente es donde se encuentra el meollo de la situación. Pero si conocerse a sí mismo no fuese tan valioso y no representase el más alto logro que un ser humano puede alcanzar, de seguro que hace mucho lo encontráramos envasado en los supermercados, como cualquier producto para llevar. Con esto solo quiero decir que vale la pena el esfuerzo de este viaje al interior de sí mismo porque es el logro que jamás perderemos ni nos podrán quitar.


 Ya no eres quien yo conocí…                                             ya no te quiero.

         Es el riesgo irremediable, el paso obligado para quienes se eligen a sí mismos.

            Tal como me comentaba Ambar Rivero, somos observados por muchas personas y quienes nos observan podrían decirnos que ya no somos las personas que ellos conocieron… Y agrego que ciertamente es así, pues si la sociedad es cambiante se debe a que quienes le dan vida, las personas, también lo son, y no se puede pretender que la sociedad cambie y no lo hagan las personas que hacen esa sociedad.

             Y en la paradoja que representa la sociedad y sus esquemas, nos encontraremos con que todos aquellos que se buscan a sí mismos, se convierten en una especie de seres extraños, mayormente cuestionados y difíciles de comprender pero que, con el paso del tiempo, aunque esa no haya sido su meta ni su intención, llegan a ser ejemplos a seguir después que fueron duramente tratados y casi totalmente incomprendidos.

            En esa onda de elegirse a sí mismos, será importante tener lo más claro posible que muchas veces sentiremos que es un tránsito en un camino en solitario y que, a medida que vayamos avanzando, necesitaremos reforzar nuestras dosis internas de fuerza de voluntad y lo más crucial: comenzaremos a sentirnos lejos de muchas personas, algunas de las cuales no creímos nunca que nos sentiríamos a kilómetros de distancia de ellas dentro de nosotros y, sorprendentemente, mientras eso ocurre con el mundo de afuera, comenzaremos a sentirnos  más cerca de nosotros mismos.

            El “ya no eres quien yo conocí… ya no te quiero” que recibiremos de muchas personas, tendrá una compensación dentro de nosotros que nos dirá: “empiezas a ser alguien a quien sí conozco… ahora te quiero”.

            Me despido por hoy deseándote que, en algún momento, si ya no te lo estás diciendo, te escuches decirte: “empiezas a ser alguien a quien sí conozco… ahora te quiero”.


Un gran abrazo… Nos leemos en el próximo post.

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